Esos campos trigueños
dorados por el sol de medio día,
en soledad y silencio van creciendo
aferrados a la tierra que es su guía.
Bajo la lluvia y el viento plantados
aguantan firmes,con temple,
soportando el empuje que doble
sus espigas de rubio dorado.
Campo claro de alimento
sencillez allí plasmada
mientras espera el momento
de ser su cosecha sembrada.
Avecillas audaces vienen
en volandas a esconderse
y entre amapolas pueden
de sus granos alimentarse.
Luego le irán recogiendo,
con hoces y trilleras
y así le van conduciendo
a su fin que es la molienda.
Y volverá el ciclo otra vez,
de nuevo germinará,
dará color y sencillez
y así una cosecha más.